
El día de Navidad Caperucita Roja va a casa de la abuelita y, en el bosque, descubre a la Bella Durmiente. Se acerca a una charca cercana y besa a una rana para que, convertida en leñador, despierte a la dama. Todos juntos siguen el camino de baldosas amarillas y se encuentran un conejo blanco que les indica que llegan tarde. Apresuran el paso, pero se entretienen jugando con los tres cerditos. A lo lejos se escuchan las doce campanadas. Caperucita se convierte en Campanilla y llega volando a casa de la abuela que la espera jugando al mus con media docena de lobos, dos madrastras y la Reina de Corazones.
Así comenzaba, más o menos, la historia que el abuelo Teodoro nos contaba de pequeños tras la cena de Nochebuena. Cada vez cambiaba los cuentos a su antojo sin dejar de mirar la mesa en la que los mayores, juntos por una vez al año, seguían arreglando el mundo entre turrones.