viernes, 18 de abril de 2014

Quedamos en Macondo

No recuerdo cuál fue el primer libro de Gabriel García Márquez que leí pero, cuando llegué a la universidad, ya era uno de mis autores preferidos. Allí me enamoré de su faceta periodística con sus "Notas de prensa" y, cada vez que florecen las críticas a esta profesión, recuerdo que él defendió el periodismo como "el mejor oficio del mundo".
Con todos estos referentes, no es extraño que Gabo ya haya paseado por estos jardines y hoy recuerdo dos entradas que pretenden ser un sencillo y sentido homenaje.


Lunes 23 de abril de 2012
Proyecto Celsius de Manuel Rebollar 

Cien años de soledad en cien palabras

Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. En ambos momentos, el coronel se sentiría protagonista de la historia, pero nada más lejos de la cruda realidad. Desde mucho antes y muchas generaciones después, Macondo estaba, está y seguirá allí, imperturbable. El polvo de sus calles se cuela hasta los pulmones de sus habitantes que, más tarde o más temprano, siempre acaban descubriendo que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra. 

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Domingo, 19 de diciembre de 2010 
 *Seguro que sobran las explicaciones. Estas líneas son el final de El Coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez. Vaya desde aquí mi más profunda admiración y mi humilde homenaje dando descendencia y otro espíritu al Coronel.

El coronel

Hacía años que no entraba en aquella habitación. Cuando vio la puerta entreabierta un escalofrío le atravesó la columna vertebral. Paró unos segundos frente a ella. Manuel le llamaba desde el interior. – ¡Abuelo! –. Puso la mano en el pomo y empujó. - ¡Abuelo, abuelo, ¿qué es eso?
El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: -Mierda*.
Sin temblarle el pulso alzó su mano hacia la bandera polvorienta que colgaba de la pared y tiró con fuerza lanzándola al suelo. – Vamos Manuel, la abuela espera para comer. 

domingo, 13 de abril de 2014

Viejos amigos

caratulavvaadisco


Gracias a Pablo Gonz, 47 autores de 6 países (Argentina, Chile, Perú, Colombia, México y España) hemos podido compartir este proyecto "Viejos Amigos" que puedes escuchar pinchando en la imagen. Se trata de 69 microrrelatos que suponen una aproximación al mundo de la vejez desde otros tantos puntos de vista, desde el recuerdo al olvido, pasando por la sonrisa, la enfermedad... la vida. 
Ha sido un placer poner voz a algunos de los microrrelatos y contribuir con los textos que os dejo a continuación. 

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Las abuelas ciegas
 Todas las tardes se reúnen alrededor de la misma mesa camilla. Juntas suman varios siglos. Han sobrevivido a dos guerras y a cinco maridos. Tienen nueve hijos y diecisiete nietos. María fue la primera en perder la vista. Fueron unas fiebres. Eso dijeron. Años después Sofía tuvo aquel accidente. Y una semana después Rosa se cayó por las escaleras con la misma mala suerte. Al menos, eso les dijo a todos. Lo que más le cuesta es ver cómo María sirve el café calculando con el dedo dentro de la taza. Pero es que ella es la que tiene más experiencia.”

Tu reflejo en el agua 
Cada sábado a las cinco de la tarde me siento en uno de los bancos que rodea la fuente, nuestra fuente. El sonido del agua se cuela entre mis palabras mientras te cuento cómo ha ido la semana, los problemas de Susi para encontrar trabajo y las historias de Juan, el pequeño, que parece que por fin se nos ha enamorado. Mientras miro las flores, me apunto mentalmente que tengo que regar los geranios de la terraza. Y sigo hablando, en voz baja, casi un susurro que sólo tú puedes escuchar entre el chapoteo del agua. Te quiero como el primer día, como cuando nos sentábamos aquí con tu hermana en el banco de al lado. Como cuando traíamos a los niños a jugar en el parque. Como cuando empujaba tu silla hasta el borde y tocabas el agua con los dedos. Como cuando te convertiste en reflejo... Antes de irme sumerjo mi mano en la fuente, te acaricio y, llevándome los dedos a los labios, me despido con un beso.”

domingo, 6 de abril de 2014

Cuando éramos niños


Un bosque de cuento. De esos frondosos con árboles de brazos gigantes agitándose con un viento que parece aullar. O quizás sean los lobos. Siempre hay lobos en los caminos de baldosas amarillas que llevan a un mundo de fantasía. O a casa de la abuela. Ella siempre tiene historias que contar. 
Se hace de noche. Cerrada, oscura, tenebrosa. Las nubes cumplen su amenaza y el cielo se rompe en pedazos sobre nosotros en el mismo momento en el que el motor deja de rugir.
Lo recuerdo como si fuera ayer. Todos sentados en aquel Seat 124 rojo averiado y esperando una grúa que tardó horas en llegar, aunque no las suficientes para agotar ni la imaginación de papá, ni las canciones de mamá ni nuestras risas. Nunca nos sentimos tan felices y seguros como bajo la tormenta.

                                                

Mis microrrelatos vuelven a los Jardines de la mano de Esta Noche te Cuento. Os invito a ir por aquellos lares y participar. Esta es mi propuesta para marzo y en abril: "Entre las páginas"