Sentados a la puerta de la taberna, recuerdan otros tiempos. Juan fue minero, como su padre y su abuelo. Martín transportó durante años la leche de las vacas de Pedro que, a su lado, tiene la mirada fija en el humo del cigarro.
- Es un asco no poder fumar dentro. Este frío húmedo se cuela hasta los huesos - dice mientras se sube los cuellos de la chaqueta oscura.
- Hasta eso ha cambiado - señala Juan - ¿Os acordáis de la gran nevada? Tres semanas sin salir del pueblo. Y no pasó nada.
- Aquí nunca pasa nada - sentencia Martín.
Ninguno supera los cincuenta pero, sin presente ni futuro, el tiempo se detiene, las arrugas se hacen más profundas y, desde lejos e incluso desde la otra acera, ya no se sabe si son ellos o sus abuelos los que, sentados a la puerta de la taberna, recuerdan otros tiempos.
Ninguno supera los cincuenta pero, sin presente ni futuro, el tiempo se detiene, las arrugas se hacen más profundas y, desde lejos e incluso desde la otra acera, ya no se sabe si son ellos o sus abuelos los que, sentados a la puerta de la taberna, recuerdan otros tiempos.
Mar, que sensación de nada tan bien lograda, tanto que me parece estar en esa nada y no saber qué hacer.
ResponderEliminarBien narrado.
Abrazos, Carmencita.
Nicolás, la nada crece sin darnos cuenta. hay que tener cuidado de que no te rodee :-)
EliminarMe recordó el pueblo de mi suegra... siempre que voy es la estampa que tan bien has descrito.
ResponderEliminarEl tiempo pasa... sin pasar nada...
Esperanza, menos mal que quedan pueblos como el tuyo llenos de vida. Un abrazo!
EliminarCuando leí el título pensé en otra Nada, pero ahora que he leído el relato, creo que esto si que es La Nada, esa que produndiza en sus arrugas sin futuro ni con qué ocuparlo.
ResponderEliminarMuy bueno Mar. Un abrazo.
Yashira, gracias. Hay muchas nadas. :-)
EliminarSí que pasa algo. Cuando solo somos recuerdos, somos mucho: y eso duele.
ResponderEliminarUn abrazo.
CDG, si somos recuerdo ya somos algo. El problema es que cuando pasen los que recuerdan llegará la nada.
EliminarUn relato que rezuma la tristeza y que me trae reminiscencias de otro tuyo.
ResponderEliminarMiguelángel, sí esa nada se pasea por varios textos de los jardines. Seguro que tú también la has visto por estas carreteras nuestras castellanas que atraviesan pueblos vacíos.
EliminarUn abrazo!
En algunos pueblos hasta el color de la piel de los vecinos se vuelve marrón tierra. Y pasa que no pasa nada.
ResponderEliminarAbrazos al por mayor y mi enhorabuena por ese premio recién recogido.
Lola, gracias!!
EliminarQué cierto, Mar, el ahora se parece tristementa cada vez más al antes.
ResponderEliminarEl último (abrazo)
Miguelángel, pero hubo un pasado próspero también, quizá algún día vuelva ¿no?
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