Los años y la artrosis consumieron su cuerpo pero no consiguieron doblegar su férreo carácter. Herencia de una época difícil, guardaba siempre en sus bolsillos una galleta, un caramelo o unas peladillas. Compartían espacio con la baraja con la que hacía solitarios sobre la manta que cubría sus piernas.
No se acomodó en la silla de ruedas y apoyada en su bastón se empeñaba en caminar cuando estaba sola y acercarse a la puerta del jardín. Me ha llamado el perro, decía con una sonrisa picarona como la de un niño pillado infraganti.
Poco a poco fue perdiendo la guerra a la dependencia aunque ganaba pequeñas batallas. Sus manos temblorosas de largos dedos curvos removían de forma inverosímil las tres cucharadas que siempre echaba al café.
El día que no pudo se dejó ir. Ya no era ella. Solo era la sombra de un cuerpo diminuto que dejaba un vacío infinito.
La última frase me lo ha transmitido todo.
ResponderEliminarMuy bonito.
Abrazos infinitos
"El día que no pudo se dejó ir" Ojalá yo tenga, llegado el caso, la valentía de tu personaje.
ResponderEliminarUn abrazo.
Podría perfectamente haberse llamado "Petra". Precioso. Es como si mi abuela, otra vez, hubiera venido a verme.
ResponderEliminarUn beso, Puck.
Gracias Su, realmente este relato, reflexión o lo que sea empezó por ahí.
ResponderEliminarPatricia, yo también.
Kum, seguro que estén donde estén juegan juntas a las cartas.
Tiene poesía ese dejarse ir de las personas mayores, mi abuela fue alejándose del mundo hasta que un día... se dejó ir del todo, y el piano calló para siempre en su casa.
ResponderEliminarAbrazos
Estos abuelos... Mi abuela compartía ese miedo a quedarse sin comida que, como dices, venía de tiempos pretéritos. Recuerdo que una vez me llamó por teléfono diciendo que a ver si le llevaba aceite, que sólo le quedaban siete botellas. Creo que yo no gasto siete botellas de aceite ni en dos años.
ResponderEliminarSiempre les recordaremos, como decían en "La hoguera de las vanidades" -"Decencia es aquello que aprendemos de pequeños de nuestros abuelos".
Saludos.
Anita, creo que es una buena manera de marcharse, sin largos sufrimientos
ResponderEliminarJavi, me apunto la frase. Mi abuela Manu era la última que me quedaba. Es como despedir a una generación marcada por una época que creo que sólo podemos intuir.
Gracias a todos por los comentarios. Este "recuerdo" es algo que necesitaba escribir.