No recuerdo cuál fue el primer libro de Gabriel García Márquez que leí pero, cuando llegué a la universidad, ya era uno de mis autores preferidos. Allí me enamoré de su faceta periodística con sus "Notas de prensa" y, cada vez que florecen las críticas a esta profesión, recuerdo que él defendió el periodismo como "el mejor oficio del mundo".
Con todos estos referentes, no es extraño que Gabo ya haya paseado por estos jardines y hoy recuerdo dos entradas que pretenden ser un sencillo y sentido homenaje.
Con todos estos referentes, no es extraño que Gabo ya haya paseado por estos jardines y hoy recuerdo dos entradas que pretenden ser un sencillo y sentido homenaje.
Lunes 23 de abril de 2012
Proyecto Celsius de Manuel Rebollar
Cien años de soledad en cien palabras
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. En ambos momentos, el coronel se sentiría protagonista de la historia, pero nada más lejos de la cruda realidad. Desde mucho antes y muchas generaciones después, Macondo estaba, está y seguirá allí, imperturbable. El polvo de sus calles se cuela hasta los pulmones de sus habitantes que, más tarde o más temprano, siempre acaban descubriendo que las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.
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Domingo, 19 de diciembre de 2010
*Seguro que sobran las explicaciones. Estas líneas son el final de El Coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez. Vaya desde aquí mi más profunda admiración y mi humilde homenaje dando descendencia y otro espíritu al Coronel.
El coronel
Hacía años que no entraba en aquella habitación. Cuando vio la puerta entreabierta un escalofrío le atravesó la columna vertebral. Paró unos segundos frente a ella. Manuel le llamaba desde el interior. – ¡Abuelo! –. Puso la mano en el pomo y empujó. - ¡Abuelo, abuelo, ¿qué es eso?
El coronel necesitó setenta y cinco años -los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto- para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder: -Mierda*.
Sin temblarle el pulso alzó su mano hacia la bandera polvorienta que colgaba de la pared y tiró con fuerza lanzándola al suelo. – Vamos Manuel, la abuela espera para comer.