Nunca me han gustado las barreras. En cuanto aprendí a gatear, el salón de casa se me quedó pequeño y no hubo rincón que no explorara. Fue ponerme de pie y descubrir el mundo de las alturas. No había armario, cajón o encimera que se me resistiera. Y cuando llegué a alcanzar la manilla de las puertas... entonces llegaron las normas.
Primero no podía salir de casa sin permiso. Después mi límite fue la verja del jardín, con cuidado de no caer en la piscina. Unos días venían mis amigos y otros era yo el que los visitaba. Cuando en navidad nos regalaron las bicis nos lo dejaron claro. No podíamos salir de la urbanización.
Aquel muro se convirtió en un reto y conocer lo que había al otro lado una aventura. Las obras de casa de Mario nos lo pusieron fácil. Aprovechamos un descuido de los obreros para subir por el andamio hasta el tejado. Una vez arriba miramos al horizonte y permanecimos en silencio.
Aquel día comprendimos que nada nos podría separar.
Este relato será publicado en el libro Amigos para siempre de la editorial Hipalage, fruto del concurso de microrrelatos temáticos.
Primero no podía salir de casa sin permiso. Después mi límite fue la verja del jardín, con cuidado de no caer en la piscina. Unos días venían mis amigos y otros era yo el que los visitaba. Cuando en navidad nos regalaron las bicis nos lo dejaron claro. No podíamos salir de la urbanización.
Aquel muro se convirtió en un reto y conocer lo que había al otro lado una aventura. Las obras de casa de Mario nos lo pusieron fácil. Aprovechamos un descuido de los obreros para subir por el andamio hasta el tejado. Una vez arriba miramos al horizonte y permanecimos en silencio.
Aquel día comprendimos que nada nos podría separar.
Este relato será publicado en el libro Amigos para siempre de la editorial Hipalage, fruto del concurso de microrrelatos temáticos.